" Así como leer me ayuda a volar, escribir me ayuda a expresar emociones, dudas e ideas. Encontré en este blog la forma de compartirlo. A través de "mi catarsis" para entender el momento que marcó mi vida, "mis pequeños cuentos" que son el camino a seguir para aprender a ser un buen escritor, y simplemente las "charlas del día a día" referidas a aquellas cosas que siempre pensamos serían fáciles y hoy se nos hacen cuesta arriba, todo lo aquí escrito surge de mis emociones y de mi alma, es mi marca registrada".



Nunca deixes passar sem viver bem vivida uma
hora feliz que lhe oferece a vida, por mais absurda ou proibida, pois nao
encontras ao pasar pela vida outra hora feliz por esa hora
perdida!!!


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Instantes diarios


He encontrado un extenso debate en internet sobre la autoría de esta prosa, sin importar de quien sean, hoy estas palabras forman parte de cadenas de mails, se imprimen y se pegan en la heladera o se leen de vez en cuando llamando la atención de aquellos que recuerdan pequeñas nimiedades de la vida a las que no le están prestando atención.
Personalmente, cuando lo leo pienso en la elección que hice hace unos años de vivir mi vida sin remordimietnos de lo que pude o no haber hecho, de no esperar que la muerte me mande una carta de pre aviso, como lo narra Saramago en las Intermitencias de la Muerte, para replantearme como he vivido. Busco vivir la vida intensamente porque a medida que pasa el tiempo tenemos la posibilidad de ir redifiniendo nuestras prioridades, temores, e inseguridades de modo de no esperar que algo triste, movilizante o traumático nos haga mirar atrás y surja la necesidad de balancear nuestras vidas.
Elijo hacer balances diarios para que, si hoy me tocara  saludar a mis angeles en persona, sea habiendo vivido una vida plena, en la cual haya dado todo el amor del que pudiera ser capaz y que cada persona que me sobreviva guarde en su alma el calor de mis palabras cada vez que les digo Te quiero.

"Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo". 

A veces pienso que "ría" tengo pendiente, y cuales son los miedos que me traban a hacer de ello una realidad mas que un condicional. Vos sabes que "rías" estan cerca tuyo y solo requieren un leve esfuerzo por hacerlos una realidad?

martes, 7 de septiembre de 2010

Desde el aire

El vuelo salió en horario, sentada en el asiento trece junto a la ventana procuro conciliar el sueño para que las nueve horas de navegación no sean más que una siesta tardía. Sin poder estirar mis piernas en el espacio de medio metro cuadrado en que me encuentro considero que hacer ante un posible insomnio. La lectura me marea, descarto ojear la revista que ofrece la empresa de viajes y que se encuentra casi pegada a mi rostro ya que el pasajero en el asiento que tengo enfrente no tiene problemas de sueño y ha reclinado su butaca haciendo mi estadía aun mas incómoda. Si hubiera decidido partir en el vuelo anterior estaría mirando una película, escuchando la voz de algún actor conocido en mis oídos, quizás miraría dos películas pero el disfrute de horas de playa valió más que la comodidad durante una decena de ellas en el aire.
Mi compañero más próximo al que no conozco aparenta ser una persona normal según los parámetros que utilizo para llegar a esta conclusión, solo me preocupa que su descansar sea tranquilo y sin ronquidos, aunque en este momento no escucho ni la voz de mis pensamiento, tapada por el ruido de los motores y un poco también por el embotamiento que me produce la presurización. Ya hemos pasado los momentos de turbulencia mínima posterior al despegue y estamos a la altura necesaria para el regreso directo a nuestros hogares, o por lo menos para mí porque yo regreso a casa, otros irán a trabajar, a visitar a un pariente enfermo o simplemente a vacacionar como hasta hace solo una hora lo estaba haciendo yo.
El cielo está oscuro pero cierta luminosidad me golpea desde el exterior a través de la pequeña ventana que se convierte en mi compañera y musa de un mar de pensamientos que se suceden a medida que las imágenes se concretan ante mis ojos.
No es la primera vez que viajo en avión pero si la primera que no puedo hacer de ese momento un trámite y siento la necesidad de ocupar mi tiempo en algo, sin tener con quien hablar mi mejor compañera seré yo misma.
Lo que veo es minúsculo y solo cuando la luz les da forma parecen ciudades, pueblos y rutas. Todo es tan pequeño. Los caminos son líneas trazadas para medir las distancias entre espacios poblados, una y otra vez todo comienza y termina de la misma manera. Todo lo que veo lo conozco, se cuales son las dimensiones y la profundidad que nos distancia pero desde mi perspectiva las personas son hormigas imperceptibles entre marañas de tierra, calles y luces. Desde la ventana de algún edificio un hombre pierde su mirada en el cielo y ve un avión atravesando el cielo, él pensará en mi solo como una pequeña hormiga viajando en otra dimensión.
Tomar distancia nos permite ver las cosas de otra manera, cuando manejo en mi auto puedo saber que estoy en tal pueblo o en tal calle porque los carteles me lo indican y los límites que los separan delimitan mi andar, desde el aire todo es abstracto pero igualmente perceptible desde los modelos mentales que nos enseñaron. Puedo distinguir un pequeño grupo de personas que han decidió vivir alejadas de las grandes ciudades, se puede ver la simetría de los lotes y ramificaciones de calles que se entrecruzan para marcar a la gente su camino o simplemente para dejarlas pasar.
Nunca dejé de observar aunque no pudiera ver. Los campos están apagados e imagino los seres que los habitan viviendo su vida en esa oscuridad para mi tan profunda y lejana. El neon brilla como las estrellas que me rodean. Siento que es tan perfecto como humano lo que veo, hemos logrado armarnos como sociedad y todo lo que hacemos busca ser parte del encastre necesario para que todo funcione. Tan perfecto es lo que veo como lo que atravieso, un cielo que nos permite introducirnos en él con nuestras máquinas queriendo siempre llegar más y más arriba. Queremos llegar a donde se supone que se esconde Dios para mirarnos. Sentado impasible en las nubes, como siempre lo imaginé, observa no solo lo perfecto de su creación sino también el quiebre que esos humanos, no tan perfectos y no tan a su imagen y semejanza, producen en todo lo que con tanta minuciosidad surgió de la varita mágica de ese gigante. Me pregunto como verá el gran creador lo que yo veo desde mi pequeño asiento en esta gran aeronave, porque si todo es cuestión de perspectiva para Dios esta no es más que un juguete en la palma de su mano. Viajo de un perfil de mi cerebro a otro, evalúo la perfección desde la matemática y desde las emociones veo todo como una gran obra maestra de un solo ser. Ahora puedo verla desde una posición que creo suya.
La gente con quienes comparto este viaje desconoce mis pensamientos y yo los de ellos pero todos juntos formamos parte de una gran red de movimientos y energías por la cual las sociedades evolucionan, me doy cuenta lo pequeña que soy y lo grande que creí que era.
En breve estaré tocando tierra nuevamente y yo, que veo en este momento todo con grandeza, pasaré a formar parte del hormiguero citadino que con tanta admiración reconozco perfecto desde el aire.
El aterrizaje me devuelve a la realidad. Todo comienza a moverse y todo indica que ya puedo bajarme de la nube en la que me encontraba sentada observando el mundo.
Al salir del aeropuerto tomo un taxi para que me lleve raudamente a mi casa. El tráfico no ha cambiado, la simetría existe pero de cerca todo parece desordenado y complejo. Le pido al chofer que busque una manera de salir de ese atolladero, todo lo que me pareció hermoso tan solo un instante atrás se vuelve superfluo y banal, quiero llegar y cruzar la puerta de mi nido pero las ramificaciones de las actividades de esta comunidad me lo impiden.
Desde el aire la abstracción gana terreno a lo concreto, desde el aire todo parece ideal, desde la butaca del taxi ya nada resulta tan placentero.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Detrás de las paredes


Desde muy pequeño, Salvador Amado, había fantaseado con la idea de descubrir, investigar y desnudar las tramas oscuras del delito. Cuarenta años más tarde, la malicia y la demencia van más allá de su capacidad científica, enfrentándolo quizás ante la más atroz de las perversiones humanas que él hubiera visto.
El primer llamado llegó temprano una mañana que hubiera sido una más de no ser por el caso que le había sido asignado.
“Tenemos un caso, desaparición de persona femenina, estoy en camino a Tres Sargentos 250, te espero en el lugar del hecho”, le indicó la voz tan imperturbable como conocida de su compañero.
Cuando ingresaron al apartamento nada indicaba que alguien hubiera ingresado por la fuerza. Fue el encargado del edificio quien notó extrañado la ausencia de María y decidió hacer la denuncia. Ella salía todas las mañanas a la misma hora y al momento de su llamado a la policía hacía cinco días que no la había visto salir ni volver.
El encargado les explicó que no muchos propietarios solían contarle sobre sus vidas pero María no era así. Ella era simpática y amable, le hubiera comunicado su decisión de hacer algún viaje repentino.
Siguiendo la rutina policiaca ambos detectives interrogaron a los vecinos. Debieron esperar, para ingresar a la propiedad, la llegada de un experto que lo hiciera sin perpetrar daños en la puerta. Una vez dentro, Salvador y su compañero encuentran un lugar moderno pero cálido al mismo tiempo, no existían señales de robo como tampoco de un ataque cuerpo a cuerpo.
María no se hallaba en el departamento aunque sí aparentaban encontrarse en su lugar todas aquellas pertenencias que un viajero podría necesitar consigo. Ambos policías tomaron un ambiente del departamento en búsqueda de cualquier elemento que les diera una pista, una guía para determinar frente a que tipo de caso se encontraban. Amado revisó el dormitorio, estaba limpio, sumamente limpio y tanta pulcritud le resulto extraña. No encontró cabellos muertos en el piso ni en la cama, no encontró manchas, defectos o imperfecciones en las paredes ni en los pocos muebles que amoblaban los diez metros cuadrados. Podía ocurrir que la muchacha desaparecida fuera obsesiva con la limpieza y con tantos días de encierro el departamento no se hubiera contaminado con la polución exterior, pero sentía que detrás de aquel cuidado algo oscuro lo observaba.
Ni él ni su compañero encontraron nada extraño. Nada que les permitiera hacer algún tipo de conjetura con respecto al caso. En la cocina, un antiguo teléfono colgado de la pared hablaba por si solo de la poca comunicación que Maria tenía con el mundo exterior, la ficha telefónica no podía ser testigo de las vibraciones de un llamado, el aparato estaba desconectado. Decidieron comprobar, ya en trabajo de escritorio, si la línea estaba en funcionamiento, con el fin de encontrar en el flujo de llamados algo que indicara que pudo haber pasado con la muchacha.
Se retiraron del apartamento con la idea de etiquetar el caso como desaparición hasta tanto no hubieran encontrado algo que indicara que Maria podía haber sido víctima del algún delito. Llevaron con ellos una vieja agenda encontrada en un cajón y la correspondencia que yacía debajo de la puerta de entrada, con ellos intentarían armar el cuadro de relaciones y así conocer a la persona buscada. Por el momento no sabían por donde comenzar la búsqueda.
En los días que pasaron no muchas personas preguntaron por María, podría decirse que únicamente aquel hombre necesitado de una sonrisa matutina pareció notar un agujero en su rutina. Los datos encontrados no sirvieron de mucho, cada llamado realizado los llevaba al pasado, nadie reconoció haber estado en contacto con ella en menos de un año. Solo quedaban esperanzas en la entrevista concertada con su jefe.
Pasan los días y no consiguen ponerse en contacto ni con María ni con nadie que la conociera, en su trabajo su ausencia no había llamado la atención, solía llegar tarde, sin avisar, y ausentarse sin dar muchas explicaciones por lo que su jefe no lamentó el abandono. Trabajaba en un bar, medio turno, solo obtuvieron de este hombre un teléfono, que ellos ya sabían que estaba deshabilitado y el nombre de un novio que Maria alguna vez nombró, pero no encontraron ningún Juan en la agenda ni en la correspondencia.
Cuando alguien desaparece y no hay parientes desesperados o amores abandonados, la pasión por el caso se desvanece, pero Salvador siente que debe cumplir con alguien, no con la fuerza para la cual trabaja, ni siquiera con la sociedad a la que protege sino con María. Una joven desaparece y por falta de información su caso queda relegado. Siente que alguien debería preocuparse, sentir su ausencia y decide volver al departamento para tratar de ver lo que no vio y de encontrar lo que no encontró.
Las habitaciones continuaban tan limpias como la primera vez. Revisó sin tropezar con algo que le pareciera importante. En la cocina, el teléfono llamó nuevamente su atención. Tomó el enchufe e intentó colocarlo en la ficha empotrada en la pared aunque sabiendo que no iba a poder usarlo. Para su sorpresa no logró hacerlo con facilidad, algo impedía que los pequeños hierros atravesaran los agujeros diseñados para tal fin.
Retiró el elemento y al mirarlo sintió un leve escalofrío. Los metales de cabeza redondeada no lucían tan grises como dos minutos antes sino que un tono rojizo los cubría en forma desprolija a la vez que un líquido del mismo tono comenzó a chorrearse por entre los orificios. El espasmo creció y se resistió ante la angustiosa sensación que lo invadía.
Pidió refuerzos al escuadrón forense de su departamento, muchos líquidos en descomposición podrían haber tomado ese color al hacer contacto con el oxígeno del ambiente.
Los técnicos picaron la pared bordeando la ficha de la cual emanaba el extraño líquido. El último golpe del cincel provocó el desborde, que cual telón rojo descubrió tras de sí una escena de terror nunca vista por el grupo.
Miraba atónito pero sin poder ver, este asesinato gritaba premeditación y una proximidad con María que en ninguna de las pesquisas sobre sus contactos lograron establecer.
Ella parecía un ángel aunque su rostro revelaba sufrimiento. Mientras los forenses tomaban el cuerpo inerte bañado en sangre de aquella princesa sin príncipe, el duro detective sintió como las palpitaciones de su corazón se aceleraban. Cuarenta años de profesión no lo habían preparado para lo que se descubría ante sus ojos. El asesino no era un ratero, no era un delincuente común como los que persigue a diario con el fin de proteger a su comunidad. Quien robó la vida de esta niña sola y desprotegida pertenece a un mundo desconocido al que sabe no logrará penetrar ya que permanece oculto tras las paredes mentales de anónimos y trastornados entes que cual vulgares ciudadanos pasan desapercibidos.

Belén Perciavalle

Charla de mujeres Añosas - El desahogo

No se si será por la educación que recibimos, el legado de la generación que nos engendró o algo que nos viene innato pero llegada cierta edad, las mujeres nos sentimos añosas. No se si tendrá que ver con algo físico o genético pero los ginecólogos llaman “madre añosa” a aquellas mujeres que conciben luego de los 30 y pico, será entonces por eso que después de los 30 las añosas tenemos conflictos con esos sueños no realizados que por alguna u otra razón dejamos pasar de mas chicas pero hoy se nos vuelven una carga. Carga que se trata en terapia, en charla de amigas o con quien quiera abrir sus oídos para escuchar el gran pesar del alma de una treintañera.
No es que seamos quejosas por naturaleza, pero… Si estas en pareja el sexo no es como antes, si no estas en pareja no tenes sexo o tenes sexo casual y no es lo que queres o deseas para esta etapa de tu vida, y si conociste a alguien que podría valer la pena tenes que estar con los ojos bien abiertos por si ese alguien no es el alguien que estabas esperando y otro alguien pasa cerca y por estar con el otro alguien lo dejas pasar. Y si estas feliz, porque sos feliz, algo raro tiene que haber, algo debes esconder.
Somos animales de costumbres, pasamos de la pasión al acostumbramiento y de eso a la duda, y de la duda al conflicto. Quien dijo que vivir era fácil, tan solo debemos hacer el esfuerzo.
Si el sexo no es el que era, pensemos en lo que cambió, que dejamos de hacer, que cosas ya no nos divierten o atraen y penser en hacer aunque sea un mínimo esfuerzo que lo cambie todo, darle valor a los pequeños gestos, a los pequeños mimos o a las pequeñas miradas, quien dijo que era fácil.
Si el sexo no es lo que te importa, pensa en tener claro que es lo que buscas, en que relaciones invertís tu tiempo y tus ganas en esa búsqueda del príncipe celeste, que desde ya te digo no existe por la misma razón que vos no sos una princesa encantada, y mucho menos después de los 30, cuando ya tenes mambos y conflictos que van a jugar un papel trascendental en tu nueva conquista. Ser príncipe o ser princesa, es un estado de ánimo, no importa si el otro tiene defectos u opina distinto, mientras nuestras diferencias sean compatibles y de vez en cuando pensemos que nos sentimos como princesas o porque no ellos se sientan como príncipes, vale la pena hacer el esfuerzo, otra vez quien dijo que era fácil.
Si conoces a alguien, y no te atrae ni por un momento te hace sentir bien, seguís por las dudas que sea el último tren en pasar antes de convertirte en una tía solterona. A nuestra edad es imposible no tener una mochila de desamores, desencuentros, frustraciones o no tenerlos, así como nosotras llevamos esa carga, así también la llevan ellos. Volviendo a la religión, no tires la primera piedra si no estas libre de mambos, que a los 30 y pico seas una santa sin conflictos, manías u obsesiones no es muy probable, entonces como vas a encontrar otro igual que vos, santo sin conflictos, manía u obsesiones. No hablemos de sicópatas, enfermos o tipos enamorados de sus madres, hablemos de hombres normales a los que les ha ido tan mal como a vos con las relaciones, quien dijo que sería fácil, habrá que sentarse a hablar, a encontrar puntos en común y cavar profundo para entender los miedos y trabas del otro. Hacer un pequeño esfuerzo.
Y también podes ser feliz. La vida te enseña a aprehender tanto de las malas como de las buenas experiencias, con pequeños esfuerzos diarios las cosas pueden cambiar mucho. El sexo no depende de uno solo, son dos los que se comprometen a fundir los cuerpos. Las conversaciones pueden no ser el fuerte de nuestro compañero de caminos pero podemos buscar una temática de mutuo interés, pero sobre todo las reglas del juego son las que tienen que estar claras, cuando esto pasa los reclamos disminuyen, los conflictos ceden y los acuerdos se dan naturalmente porque la base sobre la que se fundan es compartida.
El esfuerzo también tiene que ver con terminar historias no solo en mantenerlas, es el esfuerzo por mantenernos fiel a lo que sentimos y queremos en nuestras vidas. Hay que esforzarse para poder decir “basta” hasta acá llegué, en esta estación me bajo. A veces es mas fácil seguir en el tren veloz que bajarse por miedo a caer en un terreno desconocido.
Pero si somos animales de costumbres, por ahí habría que tirarse mas seguido del tren, por ahí nos caemos en un prado verde con un príncipe celeste que se cayó de otro tren que iba para el otro lado y nos acostumbramos a vivir algo nuevo.
Seremos añejas pero no por eso es tarde en nuestras vidas para elegir vivir como queremos, nunca es tarde y lo único inevitable es la muerte, entonces mientras el espíritu este vivo mas vale saquémosle provecho.

Belén Perciavalle

Cancer de Alma

¿Por que no es tan difícil aceptar la muerte? Si ya sabemos que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren… Pero ¿por que algunos crecen más y otros no llegan a tanto?, ¿es justo?, ¿para quien es justo o injusto?

Uno se consuela pensando: “bueno peor es si muere en un accidente”, “en un asalto”, uno está desprevenido y no se preparó. Pero cuando alguien se enferma existe un proceso, uno va intuyendo que puede pasar y creo yo nos vamos muriendo internamente, en ese devenir de la enfermedad de otra persona.

Existen muchas enfermedades, miles. Yo conocí una, que mata el alma, que carcome por dentro (no solo orgánicamente), le va disminuyendo a ese ser que amamos las ganas de estar con nosotros, porque se siente mal, porque se ve mal, porque no nos puede acompañar, el cáncer, separa, aleja y destruye y es tarde cuando uno se da cuenta cuan cerca tendría que haber estado de la persona que lo sufre. ¡Si! Hoy lo sé, el que verdaderamente sufre es el que está enfermo y en ellos tendríamos que pensar, no en nosotros mismos que estamos sanos y llenos de vida.

Hace 7 años falleció mi papá, tenía cáncer, vivió con cáncer 6 largos años de operaciones, intervenciones, quimio, tratamiento Hansi, curas sanadores, yuyos, el tecito del hongo, el tratamiento con ADN, viajes a países de medicina de avanzada, todo lo que la fe y las ganas de no morirse y las ganas de que no se muriera de todos los que lo rodeaban hicieron de esos años, un proceso largo y sufrido. Hoy me doy cuenta cuan antes fui haciendo un duelo porque cuando las cosas no mejoraban, aunque no era consciente yo pensaba que mi viejo se iba a ir.

Y se fue… Y durante mucho tiempo la única imagen que tuve de él fue cuando lo ví por última vez en la clínica, sin podernos hablar, con esos ojos hermosos diciéndonos cuanto nos amaba, tanto había en sus ojos que todavía lo tengo grabado.

No podía y me costó mucho recordarlo sano, divertido, riendo, feliz, no recordaba que todos los días lo iba a visitar y viví varios años pensando en que mala hija había sido, como no estar a su lado. Pero estuve y ahora lo sé porque puedo entender que no está y puedo recordar momentos hermosos que vivimos juntos, él, mi mamá, mis hermanos y yo.

¿De quien es la culpa? ¿De qué? De que nos sintamos culpables, de que nos alejemos, de que cambie nuestro carácter cuando algo así pasa en nuestras vidas: perder a un ser que amamos y que tenemos como protagonista de todos nuestros sueños. De nadie, de nosotros mismos, de nuestras ansias por querer entenderlo todo. Como no tenemos la capacidad de entenderlo todo, luchamos contra eso y lo hacemos buscando excusas y esas excusas nos alejan de lo verdaderamente importante, esa persona se fue ¿querría ver en lo que nos convertimos?

Hoy sigo teniendo los sueños en los que él estaba, como casarme algún día. Sí, siempre soñé con eso, mi más deseado sueño era formar una familia como la que yo tenía, casarme, bendecir la unión, que mi viejo me acompañara en ese momento. Pero pensé que se había arruinado todo. No se arruina realmente, porque él va a estar, así como está siempre conmigo y va a ser mi hermoso hermano quien va a acompañarme en representación suya porque aunque no lo veamos quedamos acompañados de otros seres que nos aman y que también amamos aunque pareciera que por estar vivos no se merecen que les demostremos eso, verdad? Me entendes? Nos dedicamos tanto tiempo a añorar eso que ya no vamos a tener que alejamos a los que están, a los que nos pueden dar una mano, a los que siguen vivos y nos necesitan también a nosotros. Los SUEÑOS siguen, están acá, con uno que sigue vivo.

Tengo recuerdos, que vuelan, me vienen a la mente momentos, fotos, situaciones que pensé olvidadas y digo pucha si uno pudiera entender en ese momento que las cosas pasan, si uno supiera lo que tiene que hacer. Que cambio, ¿no?

Somos nosotros los que complicamos las situaciones y no nos permitimos vivir la vida. La vida como viene y va, porque no es Dios quien quiere que la vivamos así, es como nosotros decidimos vivirla.





La enfermedad





El cáncer es una enfermedad que ataca las células del cuerpo, dicen que es hereditaria, que es congénito, que tiene relación con sucesos que nos marcaron en determinadas etapas de la vida, lo que sí sabemos es que es una enfermedad que mata. Si ya sé, hay muchas enfermedades que matan, pero ésta va matando poco a poco…

Lo de mi papá empezó cuando tenía 37 años, un pendejo bah! Unas piedritas que sangraban y bueno sacamos una y al tiempo otra y ya no eran tanto piedritas sino tumorcitos, y primero benignos, después malignos, después: Cáncer de Vejiga.

Tratamiento con quimio, el método Hansi, mi viejo que no era un ferviente creyente se acercó a Dios, para buscar una salida, ¿no? Para decir: “Yo me voy curar”... y bueno eso no sucedió. Trató miles de cosas pero no se iba, y vivíamos en lugares de nuestro país donde la salud no es una cosa tan importante, así que cada vez que lo operaban nos separábamos, porque él y mi mamá tenían que viajar.

Nos instalamos en la gran ciudad porteña, sede de los mejores médicos, y con la ayuda de amigos, pudo atenderse con ellos. La quimio continuaba con sus efectos tan regocijantes. Por suerte mi viejo era pelado de jovencito así que no le costó nada raparse la cabeza para que su aspecto de perrito sarnoso (así le decía yo) no se notara y también de paso voló el bigote, lo bueno es que mi hermano con sus 10 años optó por el look rapado al ras para acompañarlo y es el día de hoy que teniendo una gran mota de rulos, algunos amigos lo siguen llamando “pelado”.

Bueno ya nos rapamos, nos sacamos el bigote, pero no era suficiente y aunque por momentos parecía que se iba, no se fue… y volvió y nos separamos otra vez, mamá y papá se fueron a los EE.UU. con mucho esfuerzo de sus amigos, instalados en la mejor clínica para tratar cáncer de Baltimore. Le hicieron una horrible operación que creo yo fue la que le quitó las ganas de luchar para quedarse con nosotros, a veces la cura es peor que la enfermedad. Le hicieron una urostomía. Aunque volvió con todas las pilas, la intervención destruyó su ánimo y los dolores y el sufrimiento no se iban, para colmo de males tenía esa bolsita que lo hacia dependiente de mi vieja y eso lo ponía peor.

Empezaron los calambres, el hipo incesante, los masajes, el estar todo el día en la cama, el mal humor. Un día se lo llevaron a una clínica muy linda pero que de linda no tiene nada cuando tu viejo está ahí internado. Estuvo ahí una semana (esa que yo no recuerdo haber ido a verlo). Un sábado ya estaba con mi mamá cuando el médico dijo: “le quedan unas horas de vida”... ¿Qué hice? No se, en principio no recuerdo, llorar, ¡sí! Pero no delante de él, teníamos prohibido llorar delante de él. El no era ya mi PAPÄ, era un angelito que se quería ir, porque si no fuera por estar completamente drogado se hubiera muerto del dolor. Si, ya sé que hice llamé a una amiga que estuvo conmigo, así como todos los que llegaron en ese momento. Era muy tarde, mamá nos mandó a dormir a los tres a lo de mi tía, con mis primos. En realidad ese es el recuerdo que yo tengo porque Pilar mi hermana fue a la casa de una familia amiga, pero yo siempre la recordé con nosotros en ese momento. Recuerdo escuchar la puerta de su casa, mirar el reloj (cuatro de la madrugada) y saber al instante, que si mamá estaba ahí era porque el que no estaba más era mi viejo…

¿Después de eso? Llamadas, idas, venidas, mi hermana que no se todavía si alguna vez lloró y es el día de hoy que espero llore un poquito, mi bebe (mi hermano) que es la dulzura en persona, mi vieja destruida y yo entre llantos y demás, llamando a amigos de mi viejo y viendo en su cama vacía que no estaba más…

El velatorio fue un mundanal de gente, bueno lo que pasa que a mi viejo lo quería todo el mundo, era un sol, era el Olmedo de la familia, el Tangalanga, bueno que sé yo era mi viejo, ¿no? En el ataúd mamá puso un foto, creo que es la foto más linda de él, fue el último verano en San Bernardo, tenia todas las pilas y le sacamos esa foto que si las ves te das cuenta que parece estuviera disfrutando de la vida, con una paz angelical, esa es la foto que todos los que lo querían tienen de él en sus casas, es la foto que yo miro cuando quiero verlo, una foto de él BIEN, VIVO, FELIZ…

Mi viejo falleció el 14 de abril de 1996. Y hoy todavía lo extraño horrores.



Nosotros seguimos vivos





El 19 de abril es mi cumpleaños, será por eso que desde que mi viejo no está no lo festejo más, mas aún durante todo el mes de abril me invade una profunda tristeza, bueno me invadía, porque voy a tratar de que este año festejar mi cumpleaños sea invitarlo a él a mi alegría, a mi YO VIVA.

Si te contara los festejos que me hacían mis viejos para mi cumple. El que mas recuerdo es el de los 15, la producción que hicieron, un juego, me vistieron de reina, me tiraron a la pileta, me tiraron una piñata llena de huevo, harina y cositas en la cabeza, me hicieron unos regalos divinos y a pesar de que no pudimos festejar los quince como lo hacían las chicas en esa época, nunca me voy a olvidar el cumpleaños sorpresa que me hicieron lleno de gente y sobre todo lleno de felicidad… lo ves en las fotos, éramos todos felices. Porque no festejar mi cumpleaños así también ahora, si para ellos cada cumpleaños era una fiesta porque no lo va a seguir siendo para él allá donde este, o acá porque por ahí está sentado al lado mío mientras escribo y para mi VIEJA porque no darle a ELLA que está con nosotros y que se desvive y muere por nuestra felicidad, un momento feliz en mi cumpleaños.

Voy a cumplir 24 años y creo que he inundado de tristeza estos últimos siete años, pero hoy tengo un proyecto de VIDA, quiero ser madre algún día y formar una familia con un ser al que ame, y respetar ese amor por el tiempo que dure siempre haciendo el esfuerzo para mantenerlo con vida. Quiero que mis hijos nazcan en un hogar feliz donde a mi papá lo conozcan por los videos con sus chistes, cosas y fotos alegres y no por el llanto de su mamá que no puede dejarlo ir.

Es eso, no dejamos ir a quien se va y dejamos ir a los que se quedan, los alejamos, los culpamos y hasta rechazamos. Que daría yo por un abrazo de mi hermana, yo sé que se muere de amor por nosotros pero le es tan difícil demostrarlo y lo hace para alejarnos para que no sintamos lo que sentimos cuando papá se fue, o sea nos aleja para no sufrir después pero porque sufrir también ahora, ¿es necesario? ¿Es sano? NO





A los 23 años escribo esto para ayudarme y para ayudar. El cáncer mata, carcome a quien lo padece pero no tenemos que dejar que eso nos suceda a quienes lo acompañamos y mucho menos cuando ya se ha ido.

Me faltan unas materias para recibirme y siempre me dije: “tengo que estudiar porque mi papá así lo quería y él me está observando”, pero también él esta observando como sufro por esta carrera que elegí en el primer momento mas duro de mi vida, carrera que no me nutre, que no me enriquece y que principalmente no me entretiene. Mi viejo era militar y si algo sé en la vida es que lo era por vocación, él amaba el cuartel, amaba sus maniobras, amaba su uniforme, las marchas, los actos, amaba los planos con puentes y la historia. El eligió lo que le gustaba y vivió así su vida, a pesar de todo. Yo quiero hacer lo mismo quiero elegir de vuelta, quiero encontrar mi esencia, eso que me enriquezca que me haga feliz a pesar de todo, que me haga ser YO y sé que él me apoyaría. Muchas veces hacemos cosas por el sueño que tuvimos en su presencia y vamos ahogándonos por algo que ya no puede ser de esa forma simplemente porque le falta un personaje, pero el sueño sigue siendo nuestro, por eso debemos adaptarlo a nuestra nueva vida, y quien no está lo va a entender.



Solo yo sufro así



Suele pasar que uno se coloca en otro nivel con respecto al ciudadano común, cuando una tragedia, acontecimiento normal de la vida como el fallecimiento de un familiar toca nuestra puerta. Un “nadie sufre como yo”, “no sabes lo que es pasar por esto”, “si vos vivieras la mitad de lo que me toco vivir a mi” y un estilo muy variado de frases muy parecidas, que en lo único que se parecen es en el orgullo, en pensar en YO, el ego ante todo. Todos en este planeta tenemos una vida y a todos nos toca algo que podamos afrontar, lo que nuestra espalda puede llevar, así como es horrible e incomprensible que una madre pierda a su hijos, es inexplicable que uno hijos se queden sin padres pero al final de cuentas a lo que sentimientos se refiere tan importante como perder al abuelo que ya estaba muy viejito para seguir acompañándonos.

Aferrarse a la fatalidad resulta más fácil, que tratar de ser feliz, para que intentarlo, si ya conozco como es eso de sufrir y puede ser que me vuelva a pasar, entonces para que voy a cambiar de actitud, para que mirar la vida color esperanza y felicidad, para que SOÑAR si ya nada va a ser igual.

¿Cómo que para que? ¡Para VIVIR! Porque estuve añorando siete años que volviera mi papá en lugar de dedicarme a vivir mis sueños y afianzar mis buenos recuerdos para algún día encontrarnos y contarnos nuestra vida. Lloramos porque se van y vivimos para irnos también nosotros, nadie tiene culpas, y no hablo del asesino, hablo de una madre que culpa a su marido inconscientemente por la pérdida de su hijo. ¿En qué? En hechos, en no hacer, en no estar, lo que se te ocurra, pero realmente, ¿es alguien culpable de no poder hacer nada para que mi papá, tu hermano, tu abuela, o tu hijo se hayan ido? Mi mamá siente culpa porque nosotros no tenemos papá y ella teme no poder ser o no haber sido lo suficientemente papá como para que estemos encaminados en la vida. Pero somos sanos, no elegimos el mal camino, estamos con ella, la amamos. A veces creo es más fácil sufrir, pensar lo peor, la terrorífica mente de muchas abuelas que piensan siempre lo peor, que de todo hacen un mar de peligros, tempestades y pecados.



Para mi fue así. Me acostumbré a estar triste, sin razón, me era más fácil llorar que sonreír, que alegrarme de las pequeñas cosas y cuando todo estaba bien, ¿que hacía? Lo tornaba todo difícil, mal, feo, para que fuera más fácil para mí manejarlo. ¿No sucede eso muchas veces? Tiene que ver con el refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Prefiero seguir sufriendo eternamente que animarme a algo lindo que pueda hacerme sufrir otra vez, pero si igual estoy sufriendo ahora, ¿que tendría de malo un ratito de felicidad?

No tenemos la culpa de estar VIVOS, mi papá tuvo su historia, no pasó desapercibido, por ahí si por tu vida, pero no por la mía y eso es suficiente, me da risa escuchar a esposas de actores, que eran felices siendo anónimas y ahora dicen “no quiero ser una sombra de mi marido”, ¿por qué lo son?, ¿que las hará pensar que son una sombra? En realidad ¿querrán no pasar ellas desapercibidas por la vida de mucha gente y no les es suficiente ser la mujer y madre de los hijos de ese hombre con el que están? ¿Son una sombra de él o de ellas mismas?

Mi papá fue un gran hombre, tuvo una hermosa familia, una mujer que lo amó y acompañó hasta el último momento y tres hijos hermosos (entre ellos yo), no fue la sombra de nadie y falleció y dejó algo: a nosotros su marca. Y la marca de un hijo que muere es dejarle a su madre el recuerdo del nacimiento, de la vida, de la lucha. Cuando uno esta mal nada es suficiente, ¡lo sé! Me han dicho que mi papá se murió porque era bueno, ja! ¿Cuántos pobres abuelos que todavía disfrutan de la vida y de la juventud deben ser buenas personas? ¿No es cierto?





¿Qué nos pasas a los sanos cuando otro se enferma?





El se enfermó, pero a su lado nos enfermamos todos, de dolor, de tristeza, de bronca, de angustia. Nos acercamos, nos alejamos, y no soportamos verlo así y nos alejamos más, pero después lo extrañas, sabes que se puede ir y vas corriendo a su encuentro hasta no separarte de él.

Cada persona reacciona de distinta forma, en toda la historia de la enfermedad de mi viejo hubo de todo. Algunas personas no supieron lo que era verlo enfermo y compartir eso con él pero lo convirtieron en santo cuando falleció, otras estuvieron en todo momento y hasta se tornaba monótona su presencia, otras como yo nos íbamos a dormir a lo de nuestra tía porque no podíamos estar cerca de él sin querer llorar de la bronca pensando que se iba a morir, pero después nos quedábamos día y noche con él para hacerle algún masaje casualmente por eso porque sabíamos que se iba a ir y era tan injusto…

Parientes cercanos que viajaban por el mundo mientras a mi viejo le sacaban un cachito de su cuerpo y nosotros no teníamos la posibilidad de acompañarlo, pero ya lo entendí, ellos no estaban enfermos, ellos disfrutaban de su vida y no era su deber ni su responsabilidad acompañar a mi viejo, ese deber era nuestro y siempre va a ser así, nosotros, los hijos y la mujer que eligió para acompañarlo toda la vida, éramos los que teníamos que estar, y creo yo que así lo hicimos.

En esos momentos se va perdiendo criterio para entender los conceptos de justicia, de fe, de resignación… Vamos viendo y evaluando todo desde nuestro sufrimiento y hasta pretendemos saber que si no se queda es porque no lucho suficiente, y mirá si mi viejo no lucho lo suficiente, seis años quedándose, sufriendo, esforzándose para vivir feliz, pero ¿Cómo estábamos todos los que lo rodeábamos? Pendientes de sus dolores, de sus queja, de sus tratamientos y ¡si! Uno vivió momentos felices y cuantos recuerdos, pero ¿no les pasa que cuando algo malo pasa en nuestra vida, somos tan buenos actores que podemos darle ese formato a todo lo que nos rodea?

Todo lo que nos rodea vale nuestro esfuerzo, nuestras buenas ondas, porque en definitiva ésta es nuestra vida, una vida que en su largo, corto ó mediano camino tuvo que conocer momentos que no son únicos, no te creas. Como ya te dije todos los seres humanos mueren. Es la naturaleza. No es un privilegio de pocos, todos lo vamos a vivir. Antes, después, ¿qué más da? Lo importante es saberlo aceptar. ¿Cuando? Hoy. Cuando sucedió. ¿Para qué? Para continuar viviendo libres: de culpas, de fantasmas, de tristeza.

Aceptar que unos se van y otros nos quedamos no debería ser tan difícil, ni tan complicado como para pensar “pobre yo”. No pobre yo, nada. Pobre el que se enfermó. Nosotros solo vivimos de cerca la enfermedad pero no somos víctimas de nada, sólo de lo que queremos. Nos queremos enfermar para sentir lo que él sintió, muy por el contrario, procuremos estar saludables para mostrarle como sigue.





¿Y ahora que hacemos?



¿Que difícil, no? ¿Qué hago?



Primero: no llorar cuando hablo de él, al contrario, cada recuerdo es una señal de su existencia, yo misma soy una marca de su paso por este mundo.

Segundo: no tratar de retrotraer los sucesos para ver cómo hubiera sido, si no fue así, entonces… ¿a ver? ¿Cómo sería? Es como lo es HOY, y debo ver que puedo aportar para que sea mejor y disfrutarlo mientras dure.

Tercero: no te alejes de los que te rodean. ¿Qué no te entienden? ¿Y por qué deberían? Nadie puede conocer nuestra mente, nuestro corazón, quien puede ver lo que se ve con nuestros lentes. Sólo UNO que trata de descubrir el porque de los actos de los otros.

Cuarto: No pensar que cada paso que damos se conecta o es consecuencia de lo mal que nos sentimos por lo que pasó. ¡OJO! Eso pasa siempre que el hecho evaluado sea malo, turbio o del disgusto de los demás, porque si de cosas buenas se trata no las relacionamos con lo bueno que pudo dejarnos quien se fue, ¡no! ¡Somos tan egoístas! ¿Por qué me fui a vivir con mi novio sin casarme? ¿Por qué mi mamá se volvió a casar cuando decía que no lo volvería a hacerlo? ¿Por qué? No se porque, pero tampoco sé si algo de esto no hubiera sucedido aunque él estuviera, ¿quién lo sabe? Nadie. No dediquemos nuestro tiempo a tratar de adivinarlo. Puede ser un error o la mejor decisión de tu vida, pero no necesariamente una consecuencia de que tu viejo haya fallecido, ¿no?

Quinto: NO digas ¡NUNCA! Los sentimientos son una fuente de inspiración y pueden sorprendernos cada día. ¿Por qué se casó mi mamá otra vez? ¿Por qué se casó mi abuelo otra vez? ¿Por qué mi abuela eligió no volver a formar una familia? Cada uno porque ELIGIO. Dios creó dos seres humanos para que se hicieran compañía. ¿Qué pasa cuando ese compañero se va? Podemos elegir quedarnos solos ó compartir nuestra vida con alguien más. ¿Por qué algunas madres abandonan a sus hijos vivos ante la muerte de uno de ellos? ¿No se merecen todo su amor? Nosotros decidimos si queremos ser víctimas de nuestra naturaleza. Ella nos permite ser flexibles, nos permite elegir, precisamente eso, elegir estar VIVOS.

Entonces quedamos en “nunca digas nunca”, la naturaleza vive y te puede sorprender, te puede poner a prueba, pincharte la cola con bellos momentos. Que complicación cuando uno se cree medio muerto, ¿no?

Sexto: No quieras legar tus culpas, responsabilidades y faltas en otras personas. Solo vos podes saber en que fallaste y sabes que solo vos lo podrías haber modificado. Durante muchos años me alejé de mis abuelos paternos. ¿La razón? Cierta bronca por no estar, cierta bronca por las relaciones que tuvimos cuando papá estaba vivo, pero hoy sé que si no estuvieron fue porque ellos lo eligieron así. ¿Qué tengo que ver yo con eso? ¿Quién soy yo para juzgarlos? Y me alejé igual, ¿no me alejé de mi viejo también? Mis hermanos, mi mamá, ¡obvio! ¿Y ellos? Un día, me sentía sola. Paseaba por ahí. Llegué caminando a su puerta y golpee, y no sentí lo que antes me afligía, me sentí en paz y le alegre el día a alguien: a mi abuelo. Ahora lo veo y puedo contarle que pienso en formar una familia y se que el puede ver la familia que formó su hijo a través mío. ¿Me costó algo? ¡Si! ¡Seis años! ¿Sirvió de algo? Puede ser, pero la culpa fue mía, de nadie más. Además, ya te dije, no podemos saber que pudo haber pasado, pero hoy me sirve y vale la pena, tiene que ver con la vida, con los que estamos vivos.



Buscar la Felicidad



Hasta acá llegamos, nos echamos la culpa, nos entristecimos. Creamos un cáncer del alma. A ellos a los que sufren un cáncer orgánico les va matando el alma, pero nosotros creamos la enfermedad ahí mismo, el último lugar donde debería llegar. Nosotros no hacemos tratamiento con quimioterapia. Hacemos terapia, cursos de ikebana (bueno ¡es mi forma de decir que no se sabe realmente que es lo que se quiere y se hace cualquier cosa con tal de matar el tiempo!) y hacemos de cuenta que nos vamos muriendo.

¿Podemos permitirnos crear en nosotros, seres sanos, una enfermedad maligna? Más maligna aún por ser creada por nosotros mismos: el cáncer del alma.

¡OJO! Este tipo de cáncer tiene cura, se llama ¡FELICIDAD! ¡Yo la encontré! Me tuvieron que pasar cosas importantes, tan importantes como perder a mi papá, y ahora puedo saber que no es un curso de ikebana lo que quiero hacer. Elegí hacer un curso más entretenido y gratificante, elegí jugarme por ser feliz, por hacer feliz a los que me rodean. A mis hermanos, darles mi apoyo en sus proyectos. A mi mamá, darle paz, diciéndole que ella no tiene la culpa de nada y que lo que yo hice o deje de hacer fue porque YO lo elegí y de todo eso aprendí. A mi viejo, que vea desde donde este como disfrutamos de estar vivos, que seguro le va a encantar.

Lo dejé ir, acepté que no está. Lo extraño, lo recuerdo, pero me juego por vivir, me juego por ustedes los que están conmigo, no los nombre nunca pero les llego el momento Nancy, mi mamá, y Pilar y Agustín, mis hermanos. ¡Ustedes también son parte de mi vida y vamos a vivirla juntos! Bueno hasta que a alguno le toque irse con papá, pero que mientras tanto que lo que vivimos haya valido la pena y no fuera un cáncer eterno.

Tanta tristeza no me dio nada, me sacó cosas, me alejó de personas. El cáncer se lleva familiares cuando mueren pero también ser lleva amores y amigos cuando inunda el alma, no permitamos que nos lleve a nosotros mismos.

Vivamos como lo que somos. ¡Seres VIVOS!



María Belén Perciavalle

Marzo 2003