" Así como leer me ayuda a volar, escribir me ayuda a expresar emociones, dudas e ideas. Encontré en este blog la forma de compartirlo. A través de "mi catarsis" para entender el momento que marcó mi vida, "mis pequeños cuentos" que son el camino a seguir para aprender a ser un buen escritor, y simplemente las "charlas del día a día" referidas a aquellas cosas que siempre pensamos serían fáciles y hoy se nos hacen cuesta arriba, todo lo aquí escrito surge de mis emociones y de mi alma, es mi marca registrada".



Nunca deixes passar sem viver bem vivida uma
hora feliz que lhe oferece a vida, por mais absurda ou proibida, pois nao
encontras ao pasar pela vida outra hora feliz por esa hora
perdida!!!


lunes, 6 de septiembre de 2010

Detrás de las paredes


Desde muy pequeño, Salvador Amado, había fantaseado con la idea de descubrir, investigar y desnudar las tramas oscuras del delito. Cuarenta años más tarde, la malicia y la demencia van más allá de su capacidad científica, enfrentándolo quizás ante la más atroz de las perversiones humanas que él hubiera visto.
El primer llamado llegó temprano una mañana que hubiera sido una más de no ser por el caso que le había sido asignado.
“Tenemos un caso, desaparición de persona femenina, estoy en camino a Tres Sargentos 250, te espero en el lugar del hecho”, le indicó la voz tan imperturbable como conocida de su compañero.
Cuando ingresaron al apartamento nada indicaba que alguien hubiera ingresado por la fuerza. Fue el encargado del edificio quien notó extrañado la ausencia de María y decidió hacer la denuncia. Ella salía todas las mañanas a la misma hora y al momento de su llamado a la policía hacía cinco días que no la había visto salir ni volver.
El encargado les explicó que no muchos propietarios solían contarle sobre sus vidas pero María no era así. Ella era simpática y amable, le hubiera comunicado su decisión de hacer algún viaje repentino.
Siguiendo la rutina policiaca ambos detectives interrogaron a los vecinos. Debieron esperar, para ingresar a la propiedad, la llegada de un experto que lo hiciera sin perpetrar daños en la puerta. Una vez dentro, Salvador y su compañero encuentran un lugar moderno pero cálido al mismo tiempo, no existían señales de robo como tampoco de un ataque cuerpo a cuerpo.
María no se hallaba en el departamento aunque sí aparentaban encontrarse en su lugar todas aquellas pertenencias que un viajero podría necesitar consigo. Ambos policías tomaron un ambiente del departamento en búsqueda de cualquier elemento que les diera una pista, una guía para determinar frente a que tipo de caso se encontraban. Amado revisó el dormitorio, estaba limpio, sumamente limpio y tanta pulcritud le resulto extraña. No encontró cabellos muertos en el piso ni en la cama, no encontró manchas, defectos o imperfecciones en las paredes ni en los pocos muebles que amoblaban los diez metros cuadrados. Podía ocurrir que la muchacha desaparecida fuera obsesiva con la limpieza y con tantos días de encierro el departamento no se hubiera contaminado con la polución exterior, pero sentía que detrás de aquel cuidado algo oscuro lo observaba.
Ni él ni su compañero encontraron nada extraño. Nada que les permitiera hacer algún tipo de conjetura con respecto al caso. En la cocina, un antiguo teléfono colgado de la pared hablaba por si solo de la poca comunicación que Maria tenía con el mundo exterior, la ficha telefónica no podía ser testigo de las vibraciones de un llamado, el aparato estaba desconectado. Decidieron comprobar, ya en trabajo de escritorio, si la línea estaba en funcionamiento, con el fin de encontrar en el flujo de llamados algo que indicara que pudo haber pasado con la muchacha.
Se retiraron del apartamento con la idea de etiquetar el caso como desaparición hasta tanto no hubieran encontrado algo que indicara que Maria podía haber sido víctima del algún delito. Llevaron con ellos una vieja agenda encontrada en un cajón y la correspondencia que yacía debajo de la puerta de entrada, con ellos intentarían armar el cuadro de relaciones y así conocer a la persona buscada. Por el momento no sabían por donde comenzar la búsqueda.
En los días que pasaron no muchas personas preguntaron por María, podría decirse que únicamente aquel hombre necesitado de una sonrisa matutina pareció notar un agujero en su rutina. Los datos encontrados no sirvieron de mucho, cada llamado realizado los llevaba al pasado, nadie reconoció haber estado en contacto con ella en menos de un año. Solo quedaban esperanzas en la entrevista concertada con su jefe.
Pasan los días y no consiguen ponerse en contacto ni con María ni con nadie que la conociera, en su trabajo su ausencia no había llamado la atención, solía llegar tarde, sin avisar, y ausentarse sin dar muchas explicaciones por lo que su jefe no lamentó el abandono. Trabajaba en un bar, medio turno, solo obtuvieron de este hombre un teléfono, que ellos ya sabían que estaba deshabilitado y el nombre de un novio que Maria alguna vez nombró, pero no encontraron ningún Juan en la agenda ni en la correspondencia.
Cuando alguien desaparece y no hay parientes desesperados o amores abandonados, la pasión por el caso se desvanece, pero Salvador siente que debe cumplir con alguien, no con la fuerza para la cual trabaja, ni siquiera con la sociedad a la que protege sino con María. Una joven desaparece y por falta de información su caso queda relegado. Siente que alguien debería preocuparse, sentir su ausencia y decide volver al departamento para tratar de ver lo que no vio y de encontrar lo que no encontró.
Las habitaciones continuaban tan limpias como la primera vez. Revisó sin tropezar con algo que le pareciera importante. En la cocina, el teléfono llamó nuevamente su atención. Tomó el enchufe e intentó colocarlo en la ficha empotrada en la pared aunque sabiendo que no iba a poder usarlo. Para su sorpresa no logró hacerlo con facilidad, algo impedía que los pequeños hierros atravesaran los agujeros diseñados para tal fin.
Retiró el elemento y al mirarlo sintió un leve escalofrío. Los metales de cabeza redondeada no lucían tan grises como dos minutos antes sino que un tono rojizo los cubría en forma desprolija a la vez que un líquido del mismo tono comenzó a chorrearse por entre los orificios. El espasmo creció y se resistió ante la angustiosa sensación que lo invadía.
Pidió refuerzos al escuadrón forense de su departamento, muchos líquidos en descomposición podrían haber tomado ese color al hacer contacto con el oxígeno del ambiente.
Los técnicos picaron la pared bordeando la ficha de la cual emanaba el extraño líquido. El último golpe del cincel provocó el desborde, que cual telón rojo descubrió tras de sí una escena de terror nunca vista por el grupo.
Miraba atónito pero sin poder ver, este asesinato gritaba premeditación y una proximidad con María que en ninguna de las pesquisas sobre sus contactos lograron establecer.
Ella parecía un ángel aunque su rostro revelaba sufrimiento. Mientras los forenses tomaban el cuerpo inerte bañado en sangre de aquella princesa sin príncipe, el duro detective sintió como las palpitaciones de su corazón se aceleraban. Cuarenta años de profesión no lo habían preparado para lo que se descubría ante sus ojos. El asesino no era un ratero, no era un delincuente común como los que persigue a diario con el fin de proteger a su comunidad. Quien robó la vida de esta niña sola y desprotegida pertenece a un mundo desconocido al que sabe no logrará penetrar ya que permanece oculto tras las paredes mentales de anónimos y trastornados entes que cual vulgares ciudadanos pasan desapercibidos.

Belén Perciavalle

2 comentarios:

  1. Genia! más veces lo leo y más veces me gusta... pero alguna vez sabré que le pasó??? tendria que salir la segunda parte, no??

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  2. Buen desafio me planteaste, y porque no? te lo prometo pronto sabremos que le pasó a María!

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